Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, po piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
(Miguel de Unamuno[1])
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[1] Por lo que suele decirse en la red, estos versos se encontraron a la muerte de Unamuno entre sus papeles. Hay versiones que lo de «padre» lo escriben «Padre» (¿lo hizo así Unamuno o es una conversión hecha por otros para darle mayor se ntido religioso?) y que «bendita» lo convierten en «aquella». Con todo, lo que sí conviene anotar es que hay autores que dicen que este verso es más largo, por ejemplo, Rafael ARIAS MICHELENA: «Estudio introductorio», en Miguel DE UNAMUNO, Niebla (Libresa, 1966), , pág. 13, o Evelyn PICON GARDFIELD e Ivan A. SCHULMAN, Las literaturas hispánicas. Introducción a su estidio, vol. I (Michigan, 1991), o pág. 31:
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, po piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Gracias, Padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados
en que era hijo no más.
Hijo de mis hijos ahora
y sin masculinidad
siento nacer en mi seno
maternal virginidad.
Aparte de eso, la imagen está tomada de esta entrada del blog «El Cuaderno del Bolsón».