NAVIDAD 2023
[imagen de Elliott Erwitt]
Y, con una esperanza segura e inquebrantable, Continue reading
NAVIDAD 2023
[imagen de Elliott Erwitt]
Y, con una esperanza segura e inquebrantable, Continue reading
Pues sí, ha habido otra mudanza. Llevábamos varios años en mochilados.com y, como se ve, desde hace un par de días estamos aquí, en mochilados.es
Todo lo que había allí, absolutamente todo (entradas, comentarios, usuarios, imágenes, etc.), lo hemos trasladado aquí. Y en unos meses, el venerable mochilados.com desaparecerá. Desde hoy, todo lo nuevo estará sólo aquí, en mochilados.es
A los muchos y muchas que llevamos años compartiendo camino en estas páginas, lo de mudarse no les pillará de nuevas. ¿Hacemos un repaso a la historia? Continue reading
[imagen tomada del Instagram de @mercedoniam]
Vivir en salida.
Dentro tenemos lo seguro (pero estéril),
lo ya conocido (pero anquilosado),
lo controlable (pero porque no hay novedad).
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Somos de colores.
Y ay de la intervención social que lo olvide.
Esa persona que acompañas,
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En mi barrio no peleamos por el Trono de Hierro,
ni hay Lannister o Targaryen,
y las khaleesis son mujeres del día a día, que es mucho más. Pero…
… Pero, a veces,
de los contenedores, de lo que ya no cuenta, de lo y los descartados,
salen dragones.
Texto y foto: @Mochilados
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Lo explico con detalle en esta entrada.
Alepo, Mosul, Lesbos… Siria, Irak, Grecia… Y tantos otros lugares de dolor que suenan menos al no estar en las primeras páginas y las noticias de apertura. No sé cómo contarán todo eso en el futuro los libros de historia. Pero cada vez tengo más claro que nuestros nietos se peguntarán cómo fuimos capaces de no hacer prácticamente nada. Se preguntarán no ya el porqué de que los políticos y los poderosos permitieran tales barbaridades, tales sufrimientos, tales injusticias. Se preguntarán por qué tú, yo, y la gran mayoría de cada uno de nosotros y nosotras, seguimos con nuestra vida cotidiana mientras, eso sí, decíamos «qué barbaridad» antes las imágenes de la tele que estábamos viendo mientras nos levábamos a la boca el tenedor con la ensalada o el filete.
No sé. Sé que no son (somos) pocos los que andamos haciendo lo que buenamente está en nuestra mano hacer: que si una firma, que si una manifestación, que si un correr información en las redes sociales… Y sé, gracias a Dios, que por aquí y por allá hay un puñado de hombres y mujeres dándolo todo para rescatar a alguien, para intentar mantener en pie un hospital, para forzar una resolución política… Pero me sigo preguntando qué pasa con la mayoría, con este colectivo que formamos la familia humana de este Primer y Triste Mundo. Me pregunto cómo es que, no sé, no hayamos salido a la calle por millones paralizando todo hasta que se deje de verter sangre o no se nos haya atragantado a todos esa ensalada y hayamos colapsado los servicios médicos, o hayamos mandado a la porra tanta imbecilidad de si mi partido apoya o no apoya un nuevo gobierno y les hayamos dicho a todos esos memos que se dediquen a salvar las vidas de todos los que están muriendo sin tener que morir…
No sé, me hago esa pregunta. Y no tengo respuesta.
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Lo explico con detalle en esta entrada.
A mí siempre me ha intrigado pensar lo que le dirían sus paisanos a los Magos cuando dijeron que se iban a seguir una Estrella.
«¿Pero a quién se le ocurre, estáis locos o qué?… Pero si ya tenéis la vida hecha, y tenéis una seguridad… Pero si no hace falta irse a ningún lado para buscar sueños, podéis buscarlos aquí… ¿Y si os equivocáis, y si todo es un engaño, y si esa Estrella no lleva a ninguna parte?… ¿No será mejor tener los pies en la tierra?… Aquí tenéis amigos, tenéis gente que os quiere y que queréis, tenéis una seguridad económica, ¿y vais a dejar todo eso por una aventura que no sabéis a dónde lleva?… ¿Y de qué vais a vivir, porque ya se sabe que «primum vivere, deinde filosofare«, useasé, primero vivir y luego filosofar…?».
Y ellos no sabían contestar a esa pregunta. Sólo sabían que la Estrella estaba ahí. Y que la locura de seguirla era lo que tenían que hacer si de verdad querían seguir mirándose al espejo (cobre bruñido) cada mañana y poder decirse: «Mereces la pena».
En el primer cumpleaños de Martín, el miembro más joven de nuestra pequeña iglesia doméstica.
365 días creciendo con cada asombro y asombrándonos para hacernos crecer con tu mirada de ojos muy abiertos.
365 días enlazando el corazón con los lazos de la sangre y de la Sangre, descubriendo palabras, atendiendo abrazos, regalando manos, recreando la familia de cuatro y la familia sin fin.
365 días esperados y queridos uno a uno, en las horas de desvelo y las horas de sonrisa, en las fuerzas que no llegan y en las que no se sabe de donde salen pero salen, en lo sueños de tu futuro y en los recuerdos de cada segundo que se va.
365 días que borraron las sombras de aquellos meses anteriores, renaciendo en cada primera vez del primer corte de pelo, el primer paso, la primera palabra tuya y la primera de todos, la primera papilla, el primer mar, el primer susto, la primera mirada a tus hermanos, el primer algo de cada primer día con el que aprendes que cada día es siempre el primero hasta que llegue ese Primero que será eterno.
365 días, en fin, que suman 1 año que de aquí nada será un año y un día, y otro, y otro, y todos los que sean y no acabarán porque nunca acabarán los juegos y las aventuras en Nunca Jamás mientras Peter se niegue a crecer, Wendi cuente los cuentos de las mamás, y todo niño perdido sea acogido en los brazos -y los Brazos- crucificados del amor que nada ni nadie puede matar.
365 días. Tus 365 días, Martín. Un año. Tu año. El año que nos has regalado para que sea nuestro. Feliz cumpleaños, Martín.
Recupero algo que escribí el pasado agosto. Estaba invitado a una profesión religiosa a la que, por razones varias, no podía acudir. Pero no quise que pasara el evento sin escribir a la interesada -y amiga- estas líneas. Aunque ya hace meses del tema, he recorsado este escrito hoy, que se celebra a Santa María Eugenia Milleret, fundadora de las religiosas donde se realizaba esta profesión.
Hola, Camino.
Como te decía en el whatsapp, siento no estar el 28 celebrando tu profesión por las razones que te explicaba.
Lo que sí es seguro es que ese día estaré ahí, aunque no físicamente. Como bien sabemos, el amor que nos une y por el que por ti, por mí, y por todos, se llegó a la sangre, es más fuerte que cualquier distancia. Y en ese amor, o mejor con mayúscula, Amor, en el que nos une no por amarnos nosotros, sino porque él nos amo primero, puedes contar de sobra con que te acompañaré en la Mesa grande de tu profesión.
No voy a empezar a darte la vara con lo que habrás oído y meditado cien veces: lo de que es un paso importantísimo en tu vida, lo de que vas a comprometerte por entero, y todo eso de la entrega radical, el seguir más de cerca, el unirse más íntimamente al Señor, etc. Ojo, no voy a decir nada de eso no porque no sea cierto o esté en desacuerdo (habría mucho que hablar, y no es el momento), sino porque, ademas de que no me corresponde a mí el decirle a la vida religiosa qué es (para eso ya está, principalmente aunque no solo, ella misma), pienso que todos esos debatibles asuntos no son lo más importante del próximo día 28.
Y es que naturalmente que tiene importancia la decisión que vas a expresar, y naturalmente que en tu vida va a ser un momento crucial. Pero lo más importante no son tus votos, sino los votos que Dios hace contigo: los votos que hizo contigo y a tu favor desde el principio de los tiempos, los mismos votos que nada ni nadie impedirá que los siga haciendo por ti por los siglos eternos.
Y aunque es claro que sabes esto más que de sobra, conviene no olvidarlo. Tú vas a ser la «protagonista» de ese día, con todas las miradas y los afectos puestos en ti. Pero es bueno no despistarse y recordar que el protagonista auténtico es otro, es él, es aquél que empezó en ti la obra buena. Él es el auténtico protagonista porque mucho antes de que tú pensaras ni remotamente en ser religiosa en la comunidad de la Asunción, él ya te había llamado por tu nombre. Cuando pronuncies tus votos, él ya habrá vuelto a decir los suyos: te amo, te amo no por ti sino porque quiero amarte, me comprometo contigo en alianza sellada con la sangre del Cordero, hago votos de que tú y las tuyas y los tuyos seáis mi pueblo y yo vuestro Dios. Por ti -por ti, Camino-, hago voto de pobreza ofreciéndote el despojarme de mi rango para tomar tu condición, tu carne y tus sueños, tus pasos y tu misma debilidad. Por ti hago voto de virginidad, consagrándome a ti con un corazón indiviso en el que nada ni nadie podrá separarte de mi amor, manifestado en el Ungido Jesús. Por ti, Camino, hago voto de obediencia, y someto mi reinar en el mundo a tus manos: lo que desates para que sea liberado a favor de ese Reino, desatado quedará; lo que no desates ni liberes, yo no lo haré, porque yo me pongo a tus pies en fidelidad a ti.
En el fondo, Camino, se trata de no olvidar -aunque en nuestra familia eclesial haya quien lo olvide- que el centro del famoso texto del Apocalipsis no es la nueva Jerusalén, engalanada como una novia y descendiendo del cielo para ser morada de Dios con los hombres, sino que el centro de esa Palabra es él, el que sentado en el trono habla con voz potente y re-vela y des-vela quién es ella, y re-vela y des-vela quién es la novia del próximo día 28 para pronunciar -pronunciar él, no tú- su palabra de consuelo, su palabra de ser el que acampa contigo y el que enjugará las lágrimas de todos los rostros, su palabra, en fin, de hacer -contigo, pero hacerlo él- el universo nuevo.
Que sea un gran día, Camino y gracias. Gracias por desarrollar lo más importante que ha pasado en tu vida (no, no es el ser religiosa, es tu bautismo). Gracias por reafirmar que sigues tras las huellas del que siempre va por delante, sumando tus pisadas a las de tantas y tantos -religiosas, laicos, con uno u otro carisma, con tal o cual ministerio, alegres y tristes, sabios e ignorantes, santos y pecadores…- que también van dejando sus huellas en el largo éxodo hacia la Tierra Nueva que encabezan esos y esas que viven en sombras de muerte y a los que que el Abba ha hecho los preferidos de sus entrañas de misericordia. Gracias por tus votos, Camino.
Un enorme abrazo y que Dios te bendiga.
Según atardece este 1 de enero de 2015,
y pasadas ya las campanadas,
las doce uvas,
el cambio de calendario,
y todo eso,
me sigo apuntando a un reloj que me diga
que el mejor tiempo es ahora, justo ahora.
Porque ahora es el tiempo de la solidaridad amasada,
de la justicia irrenunciable,
de la opción insobornable
de la misericordia entrañable.
Ahora es el tiempo de todo don.
Ahora es el tiempo de salvar.
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Llueve.
Y, además, no hay tiempo.
O al revés, no hay tiempo y además llueve.
Es igual, el caso es que llueve
y el caso es que no hay tiempo,
¿sabe usted?
Porque se echan encima los Reyes,
y hay que hacer de pajes
para las cartas de todos.
Pajes mientras llueve,
y no hay tiempo
Casi no hay tiempo.
Y por qué llueve no tiene misterio.
Llueve porque llueve. Punto.
Pero por qué no hay tiempo ya es otra cosa.
Porque el caso es que podía haberlo. Y de sobra.
Podía haber tiempo si pasamos de los niños,
si nos olvidamos del trabajo en uno u otro sitio,
si hacemos Continue reading
Quería darte las gracias. A ti.
No por algo concreto, sino por ti. Gracias a ti.
Me hubiese gustado decírtelo escribiendo un cuento, una historia maravillosa que dijera con ensoñadoras imágenes lo que pretendo expresar.
Pero no va a ser así, por la muy cotidiana razón de que no he tenido tiempo de escribirlo.
A ti y a mí, y a otros, nos tocaba estaba estar en el día a día,
en las cien cosas que hacemos por lo que somos,
en el mirar a otros porque sabemos que nosotros ya nos miramos,
en el atareado quehacer de los niños que descubren todo como nuevo,
en lo que, en fin, es real e imparable porque nos rodea y nos sumerge
para seguir caminando en la búsqueda diaria de sentido
y de ese camino gozoso que brilla hacia la utopía que tú y yo llamamos con el mismo nombre.
Y todo esto para decirte gracias.
En el pueblo todos le llamaban “El Preguntas”. Y él se decía a sí mismo que, a fin de cuentas, era normal su ignorancia de tantas cosas. Aunque ya tenía 42 años (más o menos, tampoco estaba muy seguro), su pueblo era uno de los más pequeños (había quien decía que era «el más» pequeño) de Judá. Recordaba que, de crío, el rabino se ponía muy contento cuando había cinco niños en su escuela, ¡porque si había cinco es que habían ido a clase todos los niños del pueblo! De todos modos, no estuvo mucho tiempo en la escuela del rabino. Sacar la casa aelante requería muchas manos, y aun así eran pocas. Por eso, desde muy chico le toco pastorear.
Quizá fuera esa la razón de que tuviera tantas preguntas. Pero debía haber algo más. Continue reading
Hay esperanzas muertas, inanes, pasivas… Que se limitan al ojalá.
Y hay una esperanza fuerte,
una esperenza alimentada con mimo en el día a día,
insobornable frente a todo canto de sirenas que aconseje no soñar,
segura de que tiene (Sabina dixit) los pies en el suelo y el grito en el cielo.
Una esperanza que moviliza cada mañana
frente a la increible inercia de la realidad,
y en la noche vuelve a la cama desnuda y con las manos vacias,
pero con el corazón lleno de nombres (Casaldáliga).
Una esperanza cuya piedra angular no es ser mi esperanza,
sino nuestra esperanza
y esperanza para ellos,
para los que son robados de su esperenza
mientras Momo, subversivamente, cuenta sus cuentos frente a todo Hombre Gris.
Esperar seguro de la fe en esperanza.
Esperar haciendo el amor entre sudor y carne con carne.
Esperar contra toda esperanza.
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Lo explico con detalle en esta entrada.
Si alguien piensa que es imposible que se relacionen en cuestión de segundos la Miastenia Gravis, Ikea, un yogur líquido, y una película que echaban en la tele, que siga leyendo. Bienvenidos a… ¡cuando la miastenia gravis te ataca con un Poäng!
Sábado 6 de diciembre. 22.30. Madrid, mi casa, el salón, para ser exactos. Cené hace rato y mi miastenia y yo nos hemos sentado en un sillón Poäng de Ikea (véase la foto, más fácil que decir esos nombres impronunciables) para ver un poco la tele mientras nos tomamos una taza de yogur líquido antes de ir despacito a acostarnos si es que las piernas responden.
El apacible escenario no revela la batalla que está a punto de librarse.
Y es que, de pronto y sin previo aviso, el venerable Poäng –digamos en su favor que tiene (bueno, tenía, snif) 10 años de duro trabajo dado lo poco apolíneo de mi barriga- empieza a crujir y chascarse con un ruido que no presagia nada bueno. Suena madera que se astilla y se quiebra. Empieza a desequilibrarse hacia atrás (sí, hacia atrás, no quiere tirarme de culo, quiere tirarme de espaldas, efecto imprevisto de cómo se rompe este símil de mecedora).
Y en una fracción de segundo, todo mi ser se pone valientemente en estado de alerta (bueno, todo mi ser no, los músculos de las piernas siguen diciendo que pasan de todo). Y mi agudísima mente de héroe de cómic comprende tres cosas:
Dicho y hecho. Bueno, corrijo, porque cualquiera que sepa de la miastenia ya habrá pensado que lo de “dicho” vale, pero que lo de “hecho” seguro que no.
Evalúo rápidamente la posibilidad de salvar también la taza de yogur, pero con frialdad profesional de buen scout de toda la vida de dios decido que está perdida, que lo primero es lo primero (useasé, yo), y que momentos críticos requieren decisiones críticas. Abandono la taza a su suerte y me centro en mi propia subsistencia (aunque, para ser exactos, la taza logró sobrevivir después de rodar un buen rato por los suelos; bueno, y el yogur prácticamente también logró no derramarse del todo: me cayó casi todo encima, asi que se salvó gacias a mí, ¡a mi!, ¡chúpate ésa, miastenia!; no, de eso no hay foto, no se hacen selfies con el pijama chorreando de yogur).
Llega la escena central. Mi cerebro ordena a mis músculos que, como un rayo, pongan los pies en el suelo (o eso, o lo que terminara en el suelo es mi cogote), y me impulsen suave pero decididamente hasta ponerme de pie, y dejen atrás en su caída libre al cada vez más destrozado Poäng.
Y en ese instante, en ese crítico instante, cuando ya parece que el Anillo Único va a ser vencido y burlado el poder del Señor de Los Ikeas, descubro que el Lado Oscuro de la Fuerza se ha confabulado una vez más contra este valeroso hobbit jedi. ¡Hay una alianza secreta e inesperada! La obsolescencia programada (por Ikea, por la madre naturaleza, por mi orondo físico, o por una conjunción astral de todo) se ha confabulado con mi miastenia gravis.
El resultado es que mientras Gollum-Poäng me arrastra en su caída, mis músculos miastenicosos dicen que tururú, que si la acetilcolina tal, que si las sinapsis cual, que si los anticuerpos lo otro, y que, en resumen, muy bonita la orden de ponerme de pie, pero que no hay fuerzas, que ya les gustaría hacerlo, pero que aquí falla algo, que no es por ná y que si hay que ir se va, pero que no va a ser hoy el caso, porque por una parte ya ves y por otra qué quieres que te diga, y que vas a terminar en el suelo con la misma certeza con la que una amiga mía dice en el coche allá por Medinaceli que sólo va a cerrar los ojos cinco minutitos y no despierta hasta Carabanchel (sí, el Alto, el de Manolito Gafotas).
Os ahorro los tristes detalles finales de la historia de este bravo y ya cansado guerrero que os escribe. No pienso autoflagelarme explicando qué se hace tirado en el suelo espatarrado hacia arriba, enredado en los restos de un Poäng (véase la foto de su cadáver), esperando a que la miastenia dé permiso para salir de ahí, y pensando si el yogur será bueno para el cuidado de la piel (si lo es la baba de caracol, di por supuesto que sí, aunque para otra vez mejor me lo aplico sin pijama y, además, templadito y no recién sacado de la nevera). Como no me corría nadie (no, no me refiero a eso, malpensados/as, véanse acepciones 20 y 25 en el diccionario de la RAE, que sois unos incultos/as), esperé lo justo para poder levantarme tras unas cuantas filigranas propias de quienes nos cuesta levantarnos del suelo porque, tras decir años y años que pesábamos ochenta y cuatro kilos y medio, un día decidimos que ya había pasado mucho tiempo desde la última báscula, y resulto que pesábamos cien.
Eso sí, en la tele había empezado hace poco Million Dollar Baby. Vamos, que si de verdad quieres, puedes. Y que si la miastenia te da un puñetazo en los músculos voluntarios, más voluntario es el “músculo” de ponerle una sonrisa al asunto.
Pues eso, que otra vez este pequeñisimo blog coge la mochila y se va para otro sitio.
En otra entrada ya conté su nacimiento en 20o4 y sus pasos hasta inicios de 2013.
Y hoy, 2 de diciembre de 2014 (qué solemne suena jejeje, como si hasta fuera algo importante), esta mochila compartida (vamos mochilados) se mantiene en WordPress pero con dominio propio: http://mochilados.com/
Pue eso, que cambiando, no quedándose. Como la vida.
Pues sí, una nueva mudanza del blog.
Y es que, a diferencia de cuando lo que se muda es la vivienda, ¿quién puede tirar nada de lo quedó años atrás en un blog? Se pueden tirar cosas, pero no vida.